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jueves, 18 de diciembre de 2014

De la casta universitaria y otras malas hierbas

José Hernández Miserere IV 1984.

Todos somos corruptos. 

Ese es el mensaje que va calando en el país. En esa línea de pensamiento (?) se encuentra la Secretaria General del PP, Mª Dolores de Cospedal, que en unas declaraciones a la COPE, el pasado lunes, 15 de diciembre, afirmaba:

La corrupción no es patrimonio de nadie, es patrimonio de todos y la misma corrupción que puede haber en un partido político la puede haber en toda la sociedad.

¡Claro que sí! Y la crisis la trajimos nosotros. Nosotros somos los culpables.
Parece que la táctica consiste en manchar a todo el mundo, en hablar de una enfermedad social que ha contagiado a todo el espectro ciudadano; incluso se habla de un rasgo de nuestro carácter sureño, acostumbrado al caciquismo y la corruptela que sistemáticamente han practicado los poderes públicos y privados en España. 
Se diría que todo esto forma parte de una campaña bien orquestada del sálvese quien pueda que consistiría en crear un estado de opinión que acepte con fatalismo el castigo que nos merecemos por nuestros pecados capitalistas (gastamos más de lo que podíamos, vivimos por encima de nuestras posibilidades, nos embarcamos en préstamos e hipotecas sin previsión ni tino, etc, etc.). 
Si el fenómeno se extiende a todos los estamentos de la sociedad,  la indignación del pueblo se diluye y los presuntos culpables escapan de la justicia por una supuesta responsabilidad colectiva que los libra a ellos de la quema.
Y otra consecuencia de este planteamiento es que la tan traída y llevada casta es, también, patrimonio de todos. Tertulianos de verbo fácil y sesudos comentaristas de chicha y nabo vierten castizas opiniones y juicios volanderos en los que el manido concepto ya no se reduce a la esfera política. Aparecen, como setas emponzoñadas, nuevos grupos salpicados por el estigma y se habla de casta empresarial, casta judicial, casta deportiva y, por supuesto, casta universitaria, a la que pertenecerían, entre otros personajes, el coletas y sus acólitos. 
José Hernández Bacanal IV 1975
Me resulta particularmente sangrante la injusta atribución a la universidad española ya que formo parte de ese colectivo desde hace muchos años y creo que sé de lo que hablo. Porque no se trata ahora de analizar las profundas y graves carencias que tiene nuestro sistema de enseñanza, ni de los problemas que afronta día a día la comunidad universitaria en la búsqueda de la necesaria y ansiada calidad. Hasta podemos encontrarnos con casos espectaculares, como el supuesto uso de las llamadas tarjetas black en la Universidad de Cádiz. 
Hay que cambiar muchas cosas, es cierto, pero de ahí a calificarnos de casta va un abismo. Entre otras cosas porque en la Universidad no hay dinero, no hay negocio, no se puede especular con la investigación y la docencia, aunque nos quieran convertir en una institución cuasi empresarial, ligada estrechamente al mercado de trabajo.
Hace unos días, en una tertulia de Radio Nacional de España, se hablaba de la Ley de Transparencia. No sé el cómo ni el porqué pero a los pocos minutos (véase ms. 16 a 18 del podcast) se estaba pontificando de la casta universitaria y sus pecados: la endogamia, el amiguismo, el nepotismo, la oscuridad en los procesos de selección del profesorado y otras pautas tan españolas, como decía uno de los expertos(?) allí invitados. Parece que los asuntos universitarios los manejan distintas familias que protegen a hijos, primos o cuñados. Es que hay que colocar al muchacho, afirmaba otro de los contertulios. Necesitas al menos cuatro padrinos que te valorarán las oposiciones, añadía un tercero. Porque, según su docta opinión, las plazas que se ofertan son de perfiles tan específicos que ya están dadas (a fulanito o a menganito).
Como decíamos más arriba, las cosas en la universidad no van bien y hay mucho que cambiar pero cuando se mezclan verdades, con medias verdades y con mentiras descaradas el resultado es desolador.
No se trata de casta sino de élite universitaria. De élite, claro está, en el buen sentido de la palabra. La universidad debe ser elitista por definición porque lo que se busca es la excelencia, la calidad, tanto en el ámbito de la docencia como en el de la investigación y en la administración de los servicios. Y eso es lo que molesta a los mediocres que han escalado en la pirámide social gracias, precisamente, a todo lo que critican y que ellos achacan al odiado/deseado mundo universitario que está fuera de su alcance.

jueves, 7 de junio de 2012

De fronteras y frutos. El futuro de la investigación en la universidad española



Carmen Vela en su toma de posesión
La Secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, Carmen Vela, publica un artículo en la revista Nature en el que habla del futuro de la investigación en nuestro país. Se sabía que habría tijeretazo pero, más allá de la reducción, lo que sorprende son algunas medidas que tomará. Por ejemplo, la creación de una nueva agencia de evaluación (por si teníamos pocas...) o qué entiende por excelencia o calidad de los proyectos de investigación. Si se liga el concepto a la obtención de resultados profesionales, laborales o empresariales (léase el mercado, el rendimiento económico de la inversión), mala cosa.

Y en lo que toca al campo de las Humanidades, qué significa eso de que sólo se asignarán recursos a aquellos científicos que puedan demostrar que están ampliando las fronteras de nuestro conocimiento. Las fronteras del conocimiento se superan mandando una sonda a Venus o descubriendo los secretos de las células cancerosas pero también se rompen encontrando unos manuscritos inéditos de Góngora, traduciendo un ensayo nunca vertido a nuestra lengua de Walter Benjamin o analizando la pasión europeísta en el Viejo Continente (¿La hubo alguna vez... y dónde...?).

Uno de los mayores peligros que se corren con la necesaria comunión boloñesa es la uniformación del conocimiento, la disolución del tradicional saber universitario, crítico, independiente, polimórfico, convertido ahora en una caricatura de sí mismo en la que la tecnología educativa con todas sus caras se impone (programaciones, guías docentes, cronogramas, anexos varios, coordinaciones, tutorizaciones,... ¿Les suena...?).

Lo malo es que junto a esta pandemia proyectista-reglamentista ha aparecido otra dolencia aún más letal que proviene del campo de la mercadotecnia: la competitividad. La Secretaria de Estado lo expresa con claridad meridiana. Aquí se salvan los proyectos realmente competitivos, que están dando sus frutos. Unos frutos destinados a mejorar la vida cotidiana de nuestros ciudadanos. Parece que lo que quiere decir la señora Vela con realmente es que de sus ramas nazcan frutos en forma de dólar (mejor que de euros con la que está cayendo...). No olvidemos que la mejora de la vida de los ciudadanos no puede circunscribirse a lo material. Hay dolencias que no se curan con fármacos sino con medicinas para el alma (sea lo que sea esa entelequia...)

Más allá de las protestas y del callado malestar de muchísimos investigadores "letrados", lo que se debe hacer es mover ficha, proponer que en esa nueva agencia evaluadora de la investigación que se va a crear se distingan varias formas de investigación, todas legítimas, unas más teóricas, otras más prácticas, unas más productivas en el mercado laboral y otras más productivas en el mercado social, cerebral, humano.

Un paìs competitivo es aquel que apuesta sin miedo en todos los campos del saber, el que se asienta en un conocimiento pragmático, utilitario, con un alto rendimiento económico que ha provocado un desmesurado desarrollo material de las sociedades industriales, y el que descansa en la reflexión histórico-filosófica, poética, psicológica o artística, con menor beneficio económico a corto plazo pero con unas rentas inconmensurables, que obtienen su fruto al madurar las jóvenes generaciones que hoy miran el futuro con expectación y optimismo, como siempre ha hecho la juventud, pero con un gran despiste mental, espiritual, humano.






jueves, 14 de abril de 2011

Eduardo Doménech gana las elecciones rectorales

Pasan unos minutos de las ocho de la tarde del jueves 14 de abril, aniversario republicano, y los resultados provisionales parecen no ofrecer dudas. El actual rector, Eduardo Doménech, seguirá cuatro años gobernando la institución universitaria lagunera, aunque su victoria ha sido bastante ajustada (52,44%-47,56%).
El sector del profesorado se ha inclinado mayoritariamente por el catedrático de Pediatría. No hay nada que objetar. El aspirante, Javier Marrero, sólo ha ganado en la Facultad de Educación, de donde procede, es catedrático de Didáctica, y por muy escaso margen en la Facultad de Filología. Y en este último caso llama especialmente la atención el alto número de votos en blanco (supera el 15% de los votos emitidos en el sector del profesorado), sobre todo si se tiene en cuenta que dos de los miembros que presentaba en su equipo pertenecen a esta Facultad…
Es evidente, pues, que los profesores son los que han inclinado el voto hacia el candidato Doménech, ya que en los sectores del alumnado y del PAS ha ganado con claridad el candidato Marrero. Se ve que la apuesta por la seguridad en la acción y la gestión del equipo actual (ha habido avances que nadie puede negar) ha primado por encima de las buenas intenciones del equipo contrincante. Otra vez será. Quizás la candidatura alternativa podría haber contado con personas de mayor presencia y calado académico y administrativo, quizás no se abarcó todo el espectro y faltaron nombres relevantes de facultades y centros decisivos. Quizás, quizás, quizás…
Felicitaciones al rector Doménech y a su equipo. Y felicitaciones también para el doctor Marrero que, pese a todo, ha conseguido un gran resultado y confirma que es posible una alternativa al estado actual de la Universidad de La Laguna. Un cambio al que se llegará con trabajo constante y paciente, trabajo que debería empezar mañana mismo. Se puede conseguir, claro que sí se puede…

viernes, 18 de junio de 2010

Jugando al Monopoly

Les gusta jugar
Parece que en Europa hay dirigentes a los que les gusta jugar a especuladores financieros con otros países que están más al sur. Lo malo es que la cosa no se queda en la mesa del salón cuando se acaba la partida sino que  sus efectos llegan a los bolsillos del ciudadano de a pie. Y no es para llenarlos precisamente... Esta situación no es nueva. Siempre se han hecho distinciones laborales y económicas entre los pueblos mediterráneos y los vecinos del norte. Pero ya lo decía Benedetti, el sur también existe y una cosa es la crisis periódica del sistema capitalista (aunque ésta más que periódica parece permanente) y otra muy distinta el absoluto desprecio al capital humano que se lo curra por estos lares. Saldremos de esta como hemos salido de otras peores. Ya se está viendo. Aunque los primeros en obtener beneficios sean los de siempre (Botín and cía).
A las afirmaciones de Merkel parece que responde un artículo publicado en la edición digital de The Wall Street Journal en el que se asegura que la situación en España no es tan catastrófica como argumentan algunos-as y que las noticias económicas españolas de las últimas semanas son muy positivas (aunque las medidas nos vayan a doler a todos).
Y hablando de capital humano, qué penosas las justificaciones de la Consejera de Educación del Gobierno de Canarias tras recibir la noticia de que los niños canarios de 4º de Primaria están a la cola de las comunidades españolas en la adquisición de competencias básicas. En concreto, la noticia dice que Canarias es una de las comunidades autónomas con peor índice social, cultural y de conocimiento. Pues bien, doña Milagros dice que el problema no es económico pues nuestro sistema educativo público tiene suficientes recursos materiales. ¿Qué centros educativos visita en sus constantes viajes por las islas y parte del extranjero...? Ella lo tiene claro: se trata de un problema de formación del profesorado y de cambio de metodología en el proceso de enseñanza. Y concluye: los alumnos canarios deberán empezar a aprender a desarrollar capacidades en lugar de a interiorizar sólo contenidos, como hasta ahora. ??? ¡Por favor!, esto lo decía ya el ministro Villar Palasí en 1970, al presentar la Ley de Educación, en los años finales del franquismo. ¿La Consejera piensa que los profesores seguimos siendo como el Maestro Ciruela de Machado? ¿La Consejera piensa? Déjese de más cambios en la metodología y póngase a trabajar codo con codo con el magisterio, a buscar más recursos económicos y humanos (que también son económicos porque comen y viven) y a intentar cambiar los modelos de conducta, los principios éticos de esta sociedad consumista que hemos convertido en espacio vacacional para la gente del norte mientras nosotros, los del sur, servimos copas, hacemos camas o, en el mejor de los casos, entretenemos al turista que llega no vaya a ser que se aburra y se vaya. ¿No hay personas que se dediquen a la política educativa con otras perspectivas, con otros intereses, con mayor formación intelectual? Mal nos va...