sábado, 21 de mayo de 2011

La "democracia sin adjetivos" o las trampas del lenguaje


La democracia sin adjetivos de la que habla doña Esperanza y que, según ella, todos disfrutamos no es más que un espantajo, una fachada sin nada detrás, puro teatro. Por eso hablamos de democracia real, porque sin atributos, sola y desnuda, ya no vale nada, se ha prostituido. Esa democracia real implica un cambio de valores, significa cambiar la economía, cambiar la sociedad, cambiar el mundo. Dice la sabiduría popular que el necio confunde valor y precio.

De eso se trata. Llevamos mucho tiempo confundiendo el precio de los bienes materiales con su valor. Así no llegamos a ningún lado porque los recursos se acaban, las reservas se agotan y el consumo abotarga. Hay cosas intangibles, inasibles, inapreciables que tienen mucho más valor aunque también tengan un precio. Pero un precio justo, solidario, razonable. Habrá que armarse de paciencia y también de decisión para impulsar esta mutación estructural improrrogable. Un cambio que no puede venir de la mano de patronos, políticos, banqueros o tertulianos mediáticos desorientados, que no quieren ver lo que llega: ya no pedimos lo imposible como hicieron los del 68, LO CONQUISTAMOS. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario