No se enteran. Acostumbrados a explicar la realidad política del país con las herramientas del régimen del 78, no entienden la irrupción de un nuevo partido que ha roto con fórmulas caducas y que busca otra forma de organizar la acción social y la participación activa de la gente que cree que otro mundo es posible. Por eso no entendieron que, en su momento, Pablo Iglesias sustituyera a su secretario de organización, Sergio Pascual, por Pablo Echenique, alguien que había competido contra él por la secretaría general. Por eso no entienden que los anticapitalistas sean ahora aliados. Por eso no entienden que, acabadas las votaciones pertinentes, todos sigan unidos con un mismo rumbo: el fin de las políticas neoliberales que han aniquilado el estado de bienestar.
Claro que hay crisis en Podemos pero una crisis de crecimiento y de identidad. Hay que seguir robusteciendo un partido muy joven que se ha visto desbordado por el éxito y que necesita tener muy claros sus objetivos y su estrategia. En un futuro no muy lejano estará gobernando en España y no será a cualquier precio. No vale todo. El fin no justifica los medios. Había que correr pero ahora se impone la reflexión, el debate sosegado, atarse los cordones.
Y en ese debate, un tema esencial es el de su identidad. Definir quiénes somos una vez que se tiene claro lo que queremos. En muchas comunidades del Estado los militantes y simpatizantes discuten con vehemencia y articulan plataformas y grupos de opinión en los círculos, en asambleas, en tertulias, en reuniones a menudo extenuantes y conflictivas para acabar votando sobre diversas y a veces variopintas cuestiones y también eligiendo a los que nos representarán en los distintos órganos del partido y de las instituciones. Porque hay mecanismos de participación directa pero también delegación, representación. Como decía hace poco un médico que luchó en la marea verde por el derecho de los ciudadanos a una sanidad digna, no se puede estar las veinticuatro horas en las trincheras. La vida de cada uno tiene sus prioridades. Y es así con todos los trabajadores, con todos los sujetos de la sociedad. Hay que canalizar la indignación y la rabia a través de estructuras que nos permitan cambiar las cosas. Y eso es Podemos. Una herramienta de empoderamiento ciudadano. Una plataforma desde la que se pueda articular un cambio político y social que vaya de lo local a lo global. De nuestro pueblo al mundo entero (lo dice Owen, ¿no?). Y debe ser una plataforma plural, sin maniqueísmos baratos, abierta a todos los que quieran embarcarse en un viaje en el que no hay que vestirse necesariamente con el mismo traje.
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Pero cuando pasa la ola hay que volver a repensar y cuestionar lo hecho para enderezar el rumbo y no equivocar el paso. En las islas se hicieron muchas cosas deprisa y corriendo y por eso nos encontramos ahora con el paso cambiado y con dirigentes que desbarran y se aferran a su idea de partido que no coincide, necesariamente, con la idea que tiene la mayor parte de la militancia y de los simpatizantes que constituyen el haber más valioso de la organización.
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En las elecciones municipales se intentó en Santa Cruz y no se logró. Muchos nos sorprendimos y escandalizamos al conocer que en la capital de la provincia competían dos listas hermanas, la de Sí se puede y la de Podemos, además de la de IUC. Los resultados fueron contundentes y muy significativos. La marca Podemos en Santa Cruz no consiguió representación alguna frente a los excelentes resultados de las dos formaciones históricas de la izquierda.
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Pero para llevar adelante todo esto es preciso renovar los órganos de dirección de Podemos en Canarias. No es prudente ni conveniente para el futuro que en la secretaría general se encuentre una persona que afirma que la doble militancia es un problema y que considera peligroso que Sí se puede se consolide en todo el archipiélago en vez de integrarse (disolverse) en Podemos.
No se puede hablar de mentiras, de insidias y de guerras. Hay que sumar. No hay que tener miedo al crecimiento de una organización que lleva años trabajando por el progreso del archipiélago y que, al menos en Tenerife, ha sido la base y el sustento de Podemos y su éxito electoral.